COP27: nuevo fiasco y frustación
La COP27 celebrada en Egipto ha sido un fracaso relativo. Tras más de un mes de negociaciones, sigue sin avanzarse como requiere la dramática situación en la que se encuentra el planeta. La cita mundial por el clima finalizó con un suspenso en el tema crítico de las emisiones, pero con buena nota en reparación de daños a los más necesitados. Las emisiones seguirán sin freno, y esta es una pésima noticia.
El fiasco sigue siendo la sensación, puesto que mientras continúa la irremisible cuenta atrás del calentamiento global y brilla por su ausencia un acuerdo en las emisiones, tema esencial. Sin embargo, ocurrió algo sin precedentes e inesperado. Se selló un pacto histórico de daños para compensar a los países pobres.
Pacto histórico en reparación de daños
El pacto se alcanzó in extremis, tras cuatro horas de prórrogas, los casi 200 países representados en la conferencia, que tuvo lugar en Sharm el Sheij, Egipto, del 6 al 18 de este mes. Un gran logro, teniendo en cuenta que se trata de una vieja reivindicación de los países menos desarrollados, que siempre había encontrado su escollo en la negativa de los desarrollados.
De este modo, logró salir adelante la propuesta, incluida en la agenda a última hora, aunque se reclama desde hace años. Se acordó crear un fondo para reparar las “pérdidas y daños”, es decir los daños irreversibles causados por el calentamiento global en países pobres especialmente vulnerables.
Un gran avance que, sin embargo, aún no se ha desarrollado de forma concreta, por lo que podría acabar decepcionando. No solo no están definidos todavía los detalles, sino que ni siquiera se han concretado los contribuyentes y los beneficiarios.
La filosofía que subyace a la creación de este fondo, reclamado desde la Cumbre de la Tierra en Río en 1992, apela a la solidaridad que deben los países ricos a los más pobres que no son responsables del calentamiento global, pero están sufriendo sus consecuencias de forma mucho más dura.
Estancamiento en reducción de emisiones
Las buenas nuevas en restitución de daños para los países más pobres no son suficientes para calificar la cumbre de exitosa. Todo lo contrario, a pesar de estos frutos cosechados, que tanto han tardado en madurar, no puede obviarse que el aspecto fundamental a atacar sigue siendo una quimera.
La comunidad internacional sigue sin responder al tema fundamental de la reducción de emisiones, con lo que la cita egipcia ha acabado cerrando la cumbre con un clon del Pacto de Glasgow (COP26). Eso significa inmovilismo y, de nuevo, nos encontramos con una resistencia titánica por parte de los grandes emisores a comprometerse en su reducción. Estancamiento e imposibilidad de llegar a un acuerdo para echar el freno a las emisiones, principales responsables del aumento de las temperaturas.
Recordemos que uno de los objetivos clave fijados en el tan celebrado acuerdo de París (COP21) era limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados. La ONU advirtió en los prolegómenos de la COP27 que solo con los compromisos climáticos en emisiones asumidos por Estados Unidos el mercurio subiría 2,4 grados.
Emisiones en niveles de récord
Para alcanzar el objetivo de 1,5 °C, los expertos del IPCC apuntan que las emisiones globales de gases de efecto invernadero deberían alcanzar su punto máximo “a más tardar en 2025 y reducirse en un 43 % para 2030”. Un objetivo por ahora imposible de alcanzar, puesto que las emisiones se mantienen en niveles récord.
En definitiva, y sin restar importancia al pacto alcanzado en cuestión de daños, cada vez cuesta más mantener vivas las renovadas esperanzas nacidas en la COP21 en París de lograr el tan necesario compromiso vinculante y suficientemente ambicioso en temas claves para detener el avance del cambio climático.
Nuestro planeta sigue en la sala de urgencias
Por último, quizás buscando renovar esas esperanzas cada vez más débiles y reforzar la dañada credibilidad de esta conferencia, abonada al fracaso desde su primera edición, Emmanuel Macron propuso realizar una cumbre en París en 2023 para establecer “un nuevo pacto financiero con los países más vulnerables”. La triste realidad vivida en Sharm el-Sheikh no permite soñar demasiado y las protestas de la sociedad civil fueron buena prueba de ello.
Ni siquiera es necesario el sano revulsivo de la ciudadanía para entender que estamos en caída libre y sin red, hacia el abismo de un planeta que nos costará cada vez más llamar hogar. Bofetadas de realidad hubo muchas durante la celebración de la conferencia. Los mismos negociadores dieron pistas terroríficas de la que se avecina. Sin ir más lejos, varios países, como Arabia Saudita y China, en la COP recién clausurada manifestaron que hubieran preferido ver desaparecer el objetivo de 1,5 grados centrígrados, por considerado demasiado restrictivo.