¿El cambio climático traerá hambrunas?
¿El cambio climático traerá hambrunas? Es una pregunta habitual al plantearse posibles escenarios que tendremos en un futuro no tan lejano de no frenar lo suficiente su avance. La respuesta es sí, pero con matices que no permiten realizar afirmaciones absolutas. Sencillamente, porque a día de hoy la ciencia no puede hacerlo.
En contra de lo que pudiera pensarse, esta dificultad es una razón de peso para reducir emisiones. Desde un enfoque científico, tener ante nosotros un abanico de posibilidades de mayor o menor gravedad implica que las consecuencias más dramáticas no puedan descartarse.
Y las de menor importancia también son preocupantes y solo son un paso previo a aquellas. Además, su fluctuación o probable gravedad no permitiría maniobrar para detener el cambio climático a un corto plazo, en caso de detectarse un eventual agravamiento.
Objetivo, prevenir lo peor
Por otro lado, los modelos predictivos juegan con una serie de factores que a su vez requieren de otros tantos factores, por lo que los pronósticos se mueven en unos márgenes amplios que no permiten concretar de forma taxativa. Ello no les resta poder como advertencia de lo que, de un modo u otro, con más o menos intensidad, puede poner a la humanidad contra las cuerdas por el avance acelerado del cambio climático que está produciéndose por causas antropogénicas que se pueden detener.
Asimismo, la complejidad multifactorial de los modelos y patrones que se utilizan para realizar pronósticos es un problema añadido. Todas estas razones nos llevan a un planteamiento que busque prevenir lo peor. ¿Pero, qué es lo peor? Depende de dónde pongamos el foco, porque el escenario más catastrófico sería aquel en el que se produjeran varios problemas a la vez con un fondo de problemas endémicos (crónicos) también derivados de las consecuencias del cambio climático. Entre ellos, las hambrunas por pérdida de cosechas en economías de subsistencia, concretamente, en aquellos lugares donde hay muchas personas que viven al día de lo que cultivan.
En las economías de subsistencia, por lo tanto, una mala cosecha significa pasar hambre y tener que tomar decisiones que pueden ir desde huir a otro lugar, lo que supone a gran escala una migración masiva. O bien malvivir jugándose la vida sin abandonar el lugar donde se intenta seguir cultivando a la espera de una nueva cosecha.
Subida de precios y hambre
A ello se le suma una posible alza de precios por la carestía de alimentos, lo cual afecta no tanto a las economías de subsistencia sino a los mercados en general, y a la población más vulnerable que se encuentra también en situaciones de hambre que pueden llegar a ser una trampa mortal. Sobre todo, se darían situaciones límites en muchos países donde, por cualquier razón, no hay apoyo estatal.
En estos casos, tener recursos económicos significa estar en el grupo de los privilegiados y además contar con éstos supone poder hacer frente a los embates del cambio climático. Por lo tanto, este no sería el peor de los escenarios posibles, obviamente, porque hay mucha población que sigue en este caso seguiría sin pasar hambre.
Colapso por falta de alimentos
El colapso en la producción de alimentos unido a una alza de precios sostenida en el tiempo sí podría derivar en una hambruna masiva. Pero la relación entre este escenario y el crecimiento desenfrenado de emisiones no relaciona ambas cosas de forma directa a la hora de pronosticar esta situación de gravedad generalizada que convirtiera la hambruna en algo insoslayable para la inmensa mayoría de la población. Entre otras razones, porque se está avanzando en técnicas agrícolas que ayudan a la adaptación al cambio climático.
Otros casos impredecibles ni siquiera los conocemos y pueden incluir, por ejemplo, el cambio en los ciclos del monzón asiático. Millones de personas dependen del monzón para regar sus cultivos y no contar con el agua, un recurso escaso y necesario, puede suponer una auténtica catástrofe para muchas personas.
Pobreza, emigración y hambrunas
Otra posibilidad es que factores como el deshielo, con el consiguiente aumento del nivel del mar y las catástrofes naturales se sumen a las consecuencias de los eventos extremos para crear situaciones límites que dejen sin casa ni bienes a muchas personas. Esta situación puede producirse en islas o en ciudades costeras de países ricos y pobres, incluyendo a las ciudades más importantes del mundo.
La desintegración de las capas de hielo polares llevaría al alza de los niveles del mar y obligaría a las personas a abandonar muchas de las ciudades más importantes del mundo y a la pérdida de ingentes sumas de dinero en propiedades. Como siempre, el ser humano no reacciona hasta que el agua no le llega al cuello, y ni aún así, pero es labor de la ciencia advertir. Y de los políticos actuar. Impulsarlos a hacerlo con nuestro voto en las urnas, la nuestra.